Esta semana continuaré publicando más obras del dibujante español Carlos Giménez. En parte, siento que tengo una deuda personal con él porque, si bien ha sido uno de los dibujantes que he leído desde hace muchos años, nunca he valorado en su justa dimensión toda su obra. Y como está vivo aún, creo oportuno aprovechar de invitar a quienes no lo conozcan todavía, a hacerlo. En esta oportunidad comparto aquí su edición integral de la que es considerada su mejor obra, Paracuellos; cuyo tercer álbum fue ganador del premio a la Mejor Obra y Mejor Guión de 1999 en el Salón del Cómic de Barcelona. A su vez, el conjunto de la serie recibió en 2010 el Premio Patrimonio en el festival de la historieta de Angoulême.
En Paracuellos, Giménez narra su vida como niño en un internado de la organización Auxilio Social, que fue una organización creada durante la Guerra Civil Española en las zonas controladas por los nacionales, y que luego del triunfo de Franco se extendió a toda España, para acoger a niños huérfanos de la guerra, a niños cuyos padres estaban en prisión o que eran considerados malos padres por haber sido parte de las fuerzas republicanas. También había niños que, como el propio Carlos Giménez, tenían a algún padre muerto o muy enfermo, lo que impedía que pudieran hacerse cargo de sus hijos.
La Obra Nacional de Auxilio Social, su nombre oficial, fue disuelta en 1976, luego de la muerte de Franco. Pero la experiencia de pasar por sus "hogares" ha de haber marcado a fuego a muchas generaciones de niños, tal como lo narra aquí con total realismo Carlos Giménez. Por supuesto, es difícil esperar que nos muestre el lado bueno, el lado positivo de una organización como ésta, porque para él fue una experiencia muy dolorosa. Se lo escuché decir en una entrevista el otro día. Más allá de la parcialidad con la que describe a esta organización, la dureza, e incluso la crueldad con la que esos niños eran tratados sólo puede entenderse a la luz del fanatismo religioso, del fanatismo político y de una época en la que instituciones como la escuela, la familia y el Estado tenían un poder sobre los niños que hoy se consideraría atentatorio a los derechos de la infancia. Aquí en Chile, la terrible experiencia de los niños y adolescentes del SENAME nos acerca, en parte, a la realidad narrada por Giménez en estas historias.
Si bien es una historia muy dura, no deja de tener su cuota de inocencia; aquella inocencia de niños que, a fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta en la España de Franco, soportaban los tormentos, humillaciones y vejaciones, dando rienda suelta a una imaginación desbordante; la misma que le permitió a Pablito Giménez, el alterego de Carlos Giménez en esta historia, convertirse en el mejor dibujante de tebeos del internado. A todo esto, aquí descubrimos por qué razón su apellido se escribe con G y no con J, como era de suponer.
Espero que les guste esta serie cuyo nombre hace alusión al municipio próximo a Madrid en el que se situaba uno de los hogares de menores que es escenario de estas historias: Paracuellos del Jarama; mismo lugar que fue escenario de uno de los episodios más violentos cometidos por el bando republicano a inicios de la Guerra Civil, cuando fueron asesinados miles de prisioneros que serían trasladados de prisión ante el avance de las fuerzas nacionales sobre Madrid. Cerca de Barajas, el municipio siempre lo he asociado a esas cosas horribles sobre las que leí, empezando por las historias que nos narra Giménez en estos álbumes, pese a que, como él mismo aclara, fueron varios los internados que protagonizaron estas historias.
Esta edición digital fue aportada por el compañero raoult, del CRG. Contiene los seis álbumes originales que fueron publicados entre 1977 y 2003. Los dos primeros fueron publicados en 1977 y en 1981, respectivamente, y los cuatro siguientes entre 1999 y 2003. Yo tengo los álbumes individuales, que vienen en el formato tradicional. En esta edición integral las páginas vienen divididas en dos, por lo que el número de páginas es el doble del de los álbumes originales. Hace unos años fueron publicados dos álbumes más, pero que no aparecen en esta edición integral. Cuando me lleguen, los compartiré.
7 comentarios:
Salu2
Paracuellos 07 y Paracuellos 08 los tengo compartidos (con estos nombres) en emule, creo que proceden del CRG pero no puedo asegurarlo.
Muchas gracias Mayoneso por tus constantes aportes
La manipulacion de la infancia en aquella epoca fue terrible. La manipulación que hay hoy es incluso peor. Vamos para atrás como los cangrejos
Giménez en esta serie no aborda tanto la manipulación ideológica de los niños, sino que el maltrato del que eran víctimas en estos hogares. Y en eso creo que hemos ido avanzando, sin dudas.
Hola don Mayo...tanto tiempo.
No había podido comentar este comic, que me ha dejado bien pa'dentro. Menos mal que tu aclaración ayuda a entender la cruda -y triste- realidad de Giménez en su infancia en estos lugares. Yo siempre tuve una tranca -y temor- por el tema de los internados. Más de alguna vez escuché que si te portabas mal o si te iba mal en el colegio, te amenazaban con meterte a un internado. Mi papá y mi suegro estuvieron cuando niños, cada uno por diferentes motivos, en uno de ellos y a veces solo me cuentan lo bien que lo pasaban, a pesar de que debe haber habido cosas negativas en su estadía, tal como las cuenta Papelucho en su diario-libro.
Las historias de Carlos Giménez muestran una realidad mucho mas dura, por tratarse de parias de una cruenta guerra, tanto que llega a dar rabia de ver el actuar de quienes dirigían estos hogares. El internado siempre me pareció una especie de castigo y no un lugar para forjar tu personalidad, un poco como lo debe ser el Servicio Militar.
Gracias por compartirlo. El dibujo es muy bueno y las historias se leen con mucha agilidad. Giménez es un gran artista.
Saludos y a seguir cuidándose..!
Tienes toda la razón, Lucho. Recuerdo eso de que a los que se portaban mal los enviaban a un internado. Así le pasó a uno de mis primos, a quien ni el internado ni el servicio militar lograron enderezarlo y murió relativamente joven debido a su vida disipada, por así decirlo. Yo nunca estuve internado, pero la experiencia del confinamiento más próxima a eso la tuve a los ocho años cuando me hospitalizaron en el Hospital San Juan de Dios, en Santiago, debido a una fiebre reumática que me tuvo casi paralítico y con el corazón a media marcha. Con el poco tiempo que pasé allí, a merced de algunas enfermeras que no tenían consideración con nosotros y nuestros miedos, puedo intuir lo que debe haber sido la vida de esos niños que aparecen en esta serie de Giménez, que pasaron años internados. Lo que escribe Giménez en su introducción es muy cierto; en esos años era normal que se maltratara a los niños, que el marido le pegara a la esposa, que el padre le pegara a los hijos, que los profesores maltrataran a sus alumnos, que los jefes maltrataran a sus empleados, que los oficiales maltrataran a los reclutas, que en los hospitales se maltratara a los pacientes, que en las cárceles se maltratara a los prisioneros, etc. Parte de esa normalidad la hemos vivido casi todos los que tenemos más de medio siglo de vida. Me acuerdo que nuestro profesor de biología, cuando estábamos en quinto o sexto de educación básica, usaba un puntero de madera, bastante grueso, para hacer indicaciones en el pizarrón o en las láminas que nos mostraba. Pero el mejor uso que le daba era para pegarnos en las nalgas, para lo cual al que incurría en alguna falta le hacía pasar adelante, le pedía que inclinara el torso y le pegaba uno o varios palos con toda la fuerza que podía. En una ocasión sorprendió a un compañero que se había puesto sus cuadernos debajo de su pantalón para evitar que le doliera el golpe con el puntero, y por supuesto que le dio doble ración de golpes una vez que le obligó a sacarse los cuadernos de su trasero. En esa misma época el director de la escuela solía pasar por cada fila de alumnos formados en el patio, puño hacia adelante y golpeando a quien estuviera mal formado. Otro nos pegaba con una regla de metal en las palmas de las manos. Y antes, nuestra profesora de cuarto básico en otra escuela fiscal en la que estudié, la Srta. Carolina, se ensañaba con uno de nuestros compañeros y le tiraba de las patillas hasta casi sacarle algunos pelos. Alvarado, que así se apellidaba mi compañero, se sentaba justo delante de mí, de modo que podía ver claramente cómo le castigaba y la cara de dolor que ponía cada vez que le pegaba. Seguramente por esas y otras razones nunca me gustó ir a la escuela. Si le sumamos el abuso de los típicos matones del recreo, la situación no distaba mucho del infierno.
Mayo.. sigo leyendo a Paracuellos. Lo he estado haciendo de a poco, para disfrutarla más, pero mantengo ese dejo de molestia interior. Voy a tratar de comprarla, creo que es imprescindible tenerla en papel, ya la vi en Buscalibre y no es tan cara.
Chócale, cómo decía el comercial, si somos hermanos... tampoco me gustaba ir al colegio, al menos en la básica. Concuerdo 100% al leer tus vivencias escolares... la varilla, el golpe, la patilla tirada, el pasar la goma de borrar por la cara, la cachetada... mis profesores Benavides, Álvarez, la Sofía... maestros de la letra con sangre entra, como escribe también Giménez y era cierto, una realidad aceptada por la sociedad de los 70 y que tuvimos que vivir a diario.
Otro punto que recalca mucho Carlos Giménez, es el tema de los apodos. El mote que tenía cada niño, cada alumno, cada uno de nuestros amigos, ese que hoy recordamos con una sonrisa, a pesar de que algunos fueron concebidos burlándonos de cada uno de ellos... ya no bastaba con decirles pelao, chico o guatón, había que buscar uno más divertido, pero que, además, fuera doloroso para él. Así es como el matoneo y el bulling van de la mano.
Y uno, o se sumaba y pertenecía al grupo de los abusivos, los chulos dice al autor, los macanudos, los choros, o te quedabas y eras del grupo de los abusados, donde estuve la mayor parte de mi época escolar básica.
Me ha dado muchas vueltas a la memoria la lectura de estas viñetas, porque me ha llevado a una infancia poco feliz, de la que solo pude resarcirme escribiendo una autobiografía, como suerte de Historia para mis propios compañeros, alguno de los cuales aún me junto después de más de cuarenta y siete años de haber compartido con ellos.
En fin podríamos estar hablando de esto por mucho rato, pero entonces estaría sacándome costras de heridas ya sanadas.
Muchas gracias por hacerme conocer este autor y en especial a este comic... definitivamente me lo regalaré para esta Navidad.
un abrazo.
Muchas gracias. Recién anoche terminé Los Profesionales, del que he leído cosas sueltas; y ahora voy por la relectura completa de Paracuellos.
Muchos hemos tenido experiencias en la escuela básica de los 70, recuerdo que nos pegaban en una mano con una regla de madera. Era impensable decirle a nuestros padres que el maestro nos había pegado. Si lo hacíamos, eso enturbiaba más las cosas. Había una paliza en casa después de las averiguaciones y, por supuestos, pasábamos a la lista negra del maestro.
Gracias por este aporte. Un abrazo.
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