Hace varios años compartí en el blog estas dos historietas de la dupla formada por Milo Manara y Hugo Pratt. En aquel entonces, tomé malas decisiones en materia de edición digital y aprovechando que hace unos meses me dediqué a releer varias de las obras de esta dupla que tengo en mi biblioteca, decidí que era mejor hacer una nueva edición de ambas. Claro que no me animé a pasar por el escáner mis libros, sino que tomé los archivos originales que hice cuando pasé por el escáner estos ejemplares de la Biblioteca de Santiago y los edité para dejarlos en una mejor calidad que la anterior. Hay tres cosas que mejoré y que creo que han valido la pena. En primer lugar, eliminé el efecto de desenfoque que le apliqué a Verano indio y que hizo que muchos trazos se perdieran, evidentemente. Además, a las ilustraciones en acuarela parecía que les hubiese caído agua encima dejándolas menos nítidas. En segundo lugar, le quité el exceso de contraste que tenía la anterior edición. Cuando comencé con esto de editar mis revistas, abusaba del uso del contraste. Pecado de novato. Y en tercer lugar, aumenté el tamaño de las páginas a lo máximo que pude sin tener que volverlas a pasar por el escáner, como ya he dicho. Quedaron en 2.300 pixeles de ancho, lo que es bastante mejor que lo que había y se pueden disfrutar las extraordinarias viñetas a toda pantalla.
Adicionalmente, aprovecho de compartir una versión de Verano indio en blanco y negro. Se trata de la versión que viene en el cofre de Milo Manara que publicó Norma hace varios años. Yo tengo esa edición y su tamaño es más reducido del habitual, aunque tiene dos méritos que me hicieron comprarla. Las historietas son en blanco y negro, lo que en el caso de Manara siempre es un agrado de leer; y, por otro lado, la versión del primer volumen de El clic viene sin la censura o autocesura que se impuso el propio Milo Manara, lo que le llevó a eliminar cuatro páginas completas de la historia.
Pero no es El clic el álbum que comparto aquí, sino los tres volúmenes en que viene Verano indio en esta edición en blanco y negro. La digitalización fue obra de zaragway, del CRG y debo decir que le ha quedado bastante buena. Como he dicho, las viñetas de Manara son dignas de admirar en su pulcro blanco y negro; aún cuando se haya equivocado en dibujar las plantaciones de maíz.
Verano indio y El gaucho corresponden a la productiva relación entre Manara y Pratt, especialmente en los años ochenta. Manara llamaba a Hugo Pratt "maestro" y siempre le demostró la admiración que sentía por él desde que lo conoció en Lucca en 1969. Dice que nunca, durante todos los años de amistad, lo llamó Hugo.
En los años ochenta Pratt trató de convencer al editor de la revista italiana Corto Maltese de publicar muchos relatos de viajes y uno de los cuales estaría ambientado en el período de la colonización de América en el siglo XVII. La historia a la que se refería Pratt era Verano indio. Ya había decidido el artista veneciano que la historia no la dibujaría él, sino su amigo Milo Manara; y para empezar le hizo entrega de las primeras nueve páginas que había escrito a mano en hojas sueltas. No contenían diálogos ni textos para la viñetas, sino solamente la descripción de los personajes, de los lugares y de la acción que tendría lugar en ellas. Como eran amigos, Pratt ni siquiera se daba el trabajo de indicarle a Manara los encuadres para las viñetas y se limita solamente a señalar el número de viñetas que debía tener cada página, sin tampoco indicar cómo debían estar diagramadas.
Obviamente, esas nueve primeras páginas que le entregó Pratt le dieron mucha libertad a Manara para dibujar, aunque los dibujos debían decir mucho más de lo habitual, habida cuenta de la ausencia de diálogos y textos. Más encima, recuerda Manara en su autobiografía, esas primeras páginas contenían una violación, algo que él nunca había dibujado con tantos detalles. Todas esas dificultades las resolvió magistralmente en esa suerte de progresión cinematográfica que se ve en el comienzo de Verano indio. De hecho, las nueve páginas concebidas por Pratt, Manara las alargó a once, para así poder capturar el movimiento de cada uno de los personajes, respetando una regla que el dibujante se aplicaba y que consiste en que el encuadre de las viñetas represente el punto de vista de una persona de pie. Lo explica el propio Manara:
"Había reflexionado sobre el ángulo de cada encuadre. Si encuadras la acción desde arriba, desde abajo, desde el cielo, desde el suelo...lo que se hace es forzar al lector a subir una escalera o a tumbarse en el suelo. Y si continúas cambiando de punto de vista lo obligas a esforzarse. Cuando el lector debe hacer todas esas acrobacias, la narración acaba siendo menos fluida." (Milo Manara: Retrato de cuerpo entero; p. 129; Dolmen 2022)
De ese modo, en esas primeras páginas vemos cómo Manara se mueve alrededor de los personajes, acercándose o alejándose de ellos, pero sin variar la altura. Cuando le mostró a Pratt las once páginas que había dibujado, mientras paseaban en una góndola por los canales de Venecia, cuenta Manara que su amigo no dijo nada, aunque se le veía contento. En un momento Pratt le mostró las páginas al gondolero y éste hizo un gesto en señal de aprecio. Era suficiente para Manara como indicador de que el trabajo realizado estaba aprobado. Poco después dice que recibió una nota escrita de Hugo Pratt en que simplemente le decía: "Todavía mejor". Otra prueba del reconocimiento de Pratt se encuentra en la penúltima página del álbum, cuando se cuenta el futuro que esperaba a los personajes. En ella, Pratt escribe: "Estas páginas estupendamente dibujadas por Milo Manara...". Mayor elogio que ese, viniendo de uno de los más grandes artistas de la historieta mundial, probablemente no haya.
Verano indio recibió el premio del festival de Angoulême, lo que animó a la dupla a probar con otra historia de época ambientada en una región que Pratt conocía bien porque había vivido allí: la Argentina de la conquista británica a principios del siglo XIX. Así nació El gaucho, historieta en la que el exitoso tándem volvió a demostrar la calidad artística que lo caracterizaba. Cuenta Manara que, como entonces él no conocía el Cono Sur de América, Pratt se esmeró en darle las mayores precisiones posibles sobre el paisaje, sobre los seres y animales que poblaban esos parajes; lo que sumado a los detalles sobre los uniformes y hasta sobre cómo eran las calabazas para tomar mate y cuál era la postura para hacerlo, da cuenta del profesionalismo del artista veneciano.
Bueno, pero ya me he alargado suficiente, aunque comentar sobre el extraordinario trabajo de estos dos artistas es siempre interesante. Comparto, entonces, estas nuevas versiones digitales de estas dos maravillosas obras y la versión en blanco y negro de Verano indio que compartieron en el CRG. Como relectura de fin de semana no está nada de mal. Que la disfruten.
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