Otra obra del mangaka Jiro Taniguchi que propongo como lectura para este domingo de agosto. Se trata de una historieta que tiene algo que suele aparecer no sólo en el trabajo de Taniguchi, sino que en los autores japoneses de manga y de animé; esto es, la experiencia del intercambio de conciencias, o de almas, entre individuos. Recuerdo una película de animé, que en castellano se llamaba Tu nombre, en la que dos adolescentes intercambian sus cuerpos, o intercambian sus conciencias o almas, dependiendo desde dónde se le mire.
En el caso de Taniguchi, el primer libro que leí de él y que me llevó luego a convertirme en uno de sus seguidores, fue Barrio lejano, en el que un hombre ya en la adultez vuelve al cuerpo que tenía cuando adolescente, pero con su mente de adulto. Espero algún día poder compartir aquí esa historieta porque realmente me gustó muchísimo.
Pues bien, en el caso de esta historieta que comparto hoy, se trata de una experiencia en la que, luego de que un hombre adulto chocara a un joven en moto, ambos quedan en coma y cuando el hombre adulto siente la necesidad de no abandonar este mundo, producto de que se encuentra en una condición de extrema gravedad, abre los ojos y se da cuenta de que no ha muerto, aunque se encuentra en el cuerpo del joven al que atropelló. A su vez, el joven va poco a poco recuperando su memoria y su cuerpo se convierte en el espacio que dos conciencias parecen disputarse. La oportunidad del hombre adulto para entender el sentido de su vida depende de esta prolongación en un cuerpo que no es el suyo.
Este tipo de reflexiones metafísicas son recurrentes en Taniguchi, pero supongo que tienen que ver con la cultura japonesa, en general. Como sea, se trata de una buena historia que vale la pena leer tranquilamente porque, además de dibujar muy bien, Taniguchi siempre nos invita a preguntarnos sobre las cosas que son realmente más importantes en la vida.
Esta edición digital es obra del compañero Sisco, del CRG, a quien van mis públicos agradecimientos. Que disfruten esta extraordinaria historieta.
Gracias don Mayo... una gran historia.
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