Hoy lunes es mi último día de vacaciones. Técnicamente, porque a decir verdad, hace ya casi diez días que debí volver a mis labores habituales. Pero ello no ha sido obstáculo para poder preparar este nuevo número de Mampato en alta definición. Se trata de un número en el que continúan las historietas seriadas del anterior. Esto es, la de Mampato en el Oeste y la dibujada por Manuel Cárdenas Arce, ambientada en la sabana africana, y que llega a su finen este número.
A propósito de esto último, en 1999 estuve en la Universidad de Botswana y aproveché de visitar una reserva natural. Francamente, no recuerdo cuál era ni todos los animales que vi pero sí recuerdo que algunos eran monos, cebras y jirafas. Mi preocupación es que andábamos en el auto de un colega de allá, y no era un todo terreno. Era simplemente un auto japonés en el que nos subimos un colega egipcio, un indio y yo. Quien manejaba era el anfitrión que, aunque profesor en la U. de Botswana, era ciudadano chino, de modo que seguramente para él era tan raro ese hábitat, como para los demás.
Este parque quedaba a algunos cuantos kilómetros de Garobone, la capital de Botswana, y era bastante silvestre. Yo había estado la semana anterior a esa en Sudáfrica, y aunque no visité el Parque Kruger, sabía de él y me pareció que el de Botswana era bastante más artesanal. Lo único que nos habían advertido los guardias a la entrada fue de no descender del vehículo. Pero no andábamos preparados con nada. Ni guía, ni rifles, ni nada. Así no más. Yo creo que ni teléfonos celulares andábamos trayendo. Yo veía transpirar al pobre colega chino pero no era porque estuviese asustado de que nos saliera un devorador de hombres como el de la historieta de Mampato, sino porque su automóvil estaba siendo maltratado por esos caminos de tierra por los que íbamos. No sé qué hubiese sucedido si quedábamos en pana y nos encontrábamos con un león como el que protagoniza esta historia de Manuel Cárdenas. Afortunadamente volvimos sanos y salvos al hotel, jajaja.
Este parque quedaba a algunos cuantos kilómetros de Garobone, la capital de Botswana, y era bastante silvestre. Yo había estado la semana anterior a esa en Sudáfrica, y aunque no visité el Parque Kruger, sabía de él y me pareció que el de Botswana era bastante más artesanal. Lo único que nos habían advertido los guardias a la entrada fue de no descender del vehículo. Pero no andábamos preparados con nada. Ni guía, ni rifles, ni nada. Así no más. Yo creo que ni teléfonos celulares andábamos trayendo. Yo veía transpirar al pobre colega chino pero no era porque estuviese asustado de que nos saliera un devorador de hombres como el de la historieta de Mampato, sino porque su automóvil estaba siendo maltratado por esos caminos de tierra por los que íbamos. No sé qué hubiese sucedido si quedábamos en pana y nos encontrábamos con un león como el que protagoniza esta historia de Manuel Cárdenas. Afortunadamente volvimos sanos y salvos al hotel, jajaja.
Ya, estimados. Algún día puedo narrar mis aventuras por África porque, así como estoy, cada vez se me borra más información de mi disco duro y debo hacer esfuerzos por recordar detalles. De allá me traje un huevo de avestruz pintado, un bastón que un negro de una feria artesanal en Johannesburgo me juró que era de un jefe tribal, varias esculturas pequeñas en caoba, una máscara hecha en no sé qué madera, unos zapatitos de cuero con forma de león para mi hijo menor (mi actual hijo del medio) y una pelota oficial de rugby de la selección sudafricana para el mayor. Se estaba jugando no sé qué campeonato importante en Sudáfrica ese año.
Este Mampato está en alta definición y en él viene un interesante artículo sobre Darwin. Ah, y también viene en la sección "Puertas adentro", un artículo sobre un niño que escribió un diccionario histórico de Chile, ¿alguien lo recuerda? Siempre me causó curiosidad su caso porque yo también cuando chico me dedicaba a copiar datos de la historia de Chile en un cuaderno. En la foto que le tomó Mampato, aparecía con el libro de historia de Walterio Millar, que era el mismo que ocupaba yo cuando estaba en tercero básico ese año 1974.
En el artículo se cuenta que tenía listo el diccionario y que faltaba que su padre se lo transcribiera a máquina. Bueno, ese niño lo publicó ese mismo año 1974. De hecho, lo pueden encontrar aún de segunda mano en Mercado Libre a $ 4.000. Una ganga.
Claudio Troncoso Repetto, que cursaba el sexto año básico en el Colegio Verbo Divino en el momento de esta entrevista, hoy es un prestigioso abogado y profesor de derecho internacional en la Universidad de Chile. Además, ha sido durante muchos años el director de asuntos jurídicos del Ministerio de Relaciones Exteriores. Y aunque en su currículo se mencionan las diversas publicaciones que ha escrito, no aparece este diccionario que escribió cuando apenas tenía 11 años.
A propósito del fallo en La Haya, fue entrevistado por CNN, video que aún se puede ver en You Tube.
Ya, ahora sí. Que disfruten este nuevo número de nuestra querida y recordada revista Mampato.