Otro número de mi colección de El Pingüino, del período en que a su cargo estaban los hermanos Vivanco. Al principio me pareció que la revista había decaído en esta etapa porque ya no estaban aquellos dibujantes que tanto me hicieron reír, como Vicar y los demás que hemos leído en los números más bajos de la revista. Sin embargo, debo reconocer que en esta etapa las historias y chistes que publicaban eran muy divertidos. Además, el estilo de dibujo de Alberto Vivanco y de Hervi, por ejemplo, le da un toque especial. Son buenos dibujantes y la caricatura es lo de ellos.
De los antiguos dibujantes siguen unos pocos, como Themo Lobos y Urtiaga, pero echo de menos a Vicar y su huaso Ramón. Tal vez vuelva a aparecer. Por otro lado, es verdad que hay bastante autores extranjeros, de esos que recuerdo que muchas veces leía en las revistas que compraban en mi casa. La revista Vanidades, por ejemplo, incluía algunas viñetas humorísticas de maridos engañados, otros sinvergüenzas, mujeres livianas de ropa y cosas así. El estilo de alguno de esos dibujantes es inconfundible y aquí en El Pingüino encontraron amplia acogida.
A falta del huaso Ramón, bienvenidas son las aventuras de Farzán, el personaje de Hervi que parodia al mítico hombre-mono.
Bueno, el asunto es que leer El Pingüino es una buena forma para disipar las tensiones de la vida diaria. Hasta las notas sobre la actividad revisteril de la época son interesantes. Que disfruten este número editado en alta definición. Ya vendrán más.
Creo que esta fue la época "experimental" de la revista El Pinguino y en mi opinión, los cambios y nuevos dibujantes no resultaron mal.
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