Hoy, a los 88 años, ha muerto uno de los más grandes y extraordinarios dibujantes del mundo; Joaquín Lavado, conocido mundialmente como Quino, murió este último día de septiembre por causas naturales en la ciudad de Buenos Aires.
No recuerdo cuándo fue la primera vez que leí a Quino, pero sin dudas debe haber sido alguno de los libros de Mafalda, y de eso hace ya varias décadas. Desde entonces me convertí en un admirador del mendocino porque me cautivó su genialidad, inteligencia y maestría para retratar ese complejo mundo de los adultos desde la mirada de esos niños que, en su inocencia, eran capaces de hacernos ver hasta lo más intrincado de una sociedad que estaba en plena transformación de sus estructuras sociales y culturales. Mucho antes de que el feminismo se convirtiera en un fenómeno mediático, Quino hizo de la pequeña Mafalda una ferviente defensora de la emancipación de las mujeres, una niña que no dudaba en opinar de todo y que era capaz de defender con convicción sus puntos de vista. La escuela, la política, el trabajo y todo ese modo de vida de una sociedad en transición a la modernidad, fue objeto de una delicada y fina crítica por parte de Quino y sus personajes.
Alguna vez leí que Quino se consideraba un mal dibujante y que se avergonzaba de recurrir a copias de sus propias viñetas para poder sacar adelante sus tiras cómicas. Sin embargo, la verdad es que siempre me pareció un gran dibujante y su influencia fue inevitable en mis propios intentos de dibujar historietas. Sus personajes y el paisaje urbano que los rodeaba eran reconocibles; y resultaba inevitable no reconocer también en esos personajes, especialmente en Mafalda y sus amigos, esa suerte de arquetipos universales del mundo infantil. Cada uno de los lectores de Mafalda, seguramente se reconocía en algunos de los personajes. En mi caso, nunca tuve dudas de que, si yo fuera uno de ellos, sería Felipe. Como a él, nunca me gustó la escuela, siempre me sentí prisionero en la sala de clases y nunca dejé de preferir una buena historieta a tener que cumplir con mis tareas escolares. Pero también he conocido a varias Susanitas, a varios Manolitos, Miguelitos y Libertades. Eso es algo que, más allá de la calidad del dibujo, pocos dibujantes pueden llegar a producir en sus lectores.
En todo caso, el trabajo de Quino va más allá de los diez libros que publicó de Mafalda. Cada uno de los álbumes, en los que abordaba determinados temas de la sociedad y la cultura, era una suerte de exquisito análisis sociológico y antropológico de la sociedad moderna. Por eso debe ser que aún utilizo algunas de sus viñetas para mis clases en la universidad. Sin la pretensión analítica, propia de los tratados académicos, lo de Quino era una invitación a reflexionar sobre aquello que, de tenerlo tan cerca o tan a diario, no siempre vemos. Desde luego, un espíritu ilustrado como el suyo no podía sino haber creado ese extraordinario mundo que creó y haber honrado así, a la vez, a la historieta como un arte.
Les dejo los diez álbumes de Mafalda y uno de los últimos álbumes de Quino para que disfruten su trabajo. La digitalización la hicieron los compañeros del CRG. Además, les dejo un video correspondiente a una entrevista que dio Quino en 1977 a la televisión pública española. Podrán apreciar en ella la humildad de este ciudadano del mundo que nació y murió allende Los Andes.