El otro día alguien me pidió que comentara este libro de las aventuras noveladas de Mampato, escritas por una de las hijas de Themo. Es lo que haré en esta oportunidad y que debí haber hecho hace tiempo. Pero bueno, más vale tarde que nunca.
Quienes leyeron el comentario que hice sobre el primero de los libros de Mampato que editó Sudamericana, la historia del Tíbet, recordarán que el libro me pareció bastante débil. Básicamente porque, intentando ser fiel al estilo de las historias que nos narrara gráficamente Themo, cometía una serie de errores un tanto pueriles, como era el abusar de las expresiones graciosas de Ogú, pero simplemente apoyándose en un par de expresiones de aquellas más célebres del gola-gola, utilizándolas inadecuadamente en situaciones en las que no salían muy naturales.
También señalé en aquella oportunidad que faltaba ese toque de genialidad que Themo le imprimía a sus guiones cuando nos sorprendía con esos giros que le daba a la historia en el paso de un episodio a otro y que, por lo general, nos resultaban eso: sorprendentes.
Bueno, en esta segunda entrega de esta nueva colección de las historias de Mampato esos errores no sólo se repiten sino que se agregan otros defectos que hacen de esta breve novela una curiosa pieza de colección pero nada más que eso. En mi opinión, lo peor que tiene esta historia es que nos presenta a un Mampato irreconocible. Simplemente el protagonista de esta historia no parece ser él. Y aporto evidencia de esto.
Para comenzar, en el primer capítulo (página 12 de la edición impresa), se puede leer una afirmación de Mampato respecto a que su hermana Rosita tiene un sentido común que le permite hacer las cosas en el momento oportuno. Por el contrario, Mampato se reconoce allí como "bastante desordenado y acelerado". ¿Puede alguien realmente creer que esas son dos características de nuestro pelirrojo amigo? ¿Vimos alguna vez su cuarto desordenado? ¿Fuimos testigos de que actuara aceleradamente? Al menos a mí, me parece que no. Más bien diría que Mampato era justamente como toda mamá desearía que fuera su hijo: responsable, ponderado, prudente, estudioso y más bien ordenadito. De manera que, de entrada, esta novela nos retrata a un Mampato desconocido para los mampatinos. Craso error.
Pero además de eso, este Mampato es un individuo relativamente ignorante. Prueba de ello es que cuando cuenta que sus abuelos (no sabíamos que los tuviera) le avisaron a la familia que visitarían una ciudad llamada Tenochtitlán, simplemente Mampato no sabe de qué le hablan. Se trata de "una ciudad con un nombre muy extraño" (página 13) Y agrega, "No sabía dónde quedaba ese insólito sitio" (pagina 13). Nuevamente ¿Alguien creería realmente que Mampato no sabe qué es Tenochtitlán y dónde está ubicada? Basta con saber que va a la escuela, que es estudioso, que tiene alrededor de 14 años y que es ávido lector, para darse cuenta de la falta de verosimilitud de esta novela.
Del mismo modo, en el capítulo 2, página 15, se sorprende cuando sus abuelos le cuentan que en México hay pirámides. La reacción de Mampato ante esta información es "-¿Pirámides? Pero...¿no fueron a México?". Francamente, no creo que ni siquiera un niño pequeño hoy desconozca que en México y otros países de Centroamética hay pirámides. Máxime cuando este Mampato de la novela no vive en 1968 sino en 2012 pues tiene computador y navega por Internet. Es decir, inverosímil absolutamente el personaje que nos describen aquí.
Más adelante, en el capítulo 4, escucha hablar de los ahuacatl y tampoco sabe lo que son. Está bien, reconozco que podría no saber que se trata de las paltas o aguacates, pero es difícil de creer que así sea, tratándose de quien se trata.
Pero además de ignorante, este Mampato es miedoso. Así, en el capítulo 6, página 38, se asusta cuando le dicen que él y Ogú serán esclavizados por haber cometido una falta. "¿Esclavos? pocas veces he estado más asustado en mi vida". Que yo recuerde, a Mampato le asustó la arpía que se encontró en un desfiladero en la historia del Olimpo, le asustó que Blackie the Killer se enfrentara a un indefenso Ogú en un duelo del Oeste, pero nunca lo vimos asustado ante la amenaza de que sería castigado. No lo consiguió ni siquiera el malvado Ferjus ¿Cómo voy a creer que está muerto de susto porque un azteca le dice que deberá pagar así una falta?
Y agrego más. En el capítulo 7, página 41, señala "la verdad es que me daba un poco de miedo tratar de escapar". Nuevamente, ¿es el mismo Mampato que, actuando con valentía, no con cobardía ni temeridad, organizaba huidas, fugas y escapes de los más temibles enemigos y lugares?
Del mismo modo, en el capítulo 9, páginas 56 y 57, se conjuga la ignorancia con la cobardía cuando simplemente este desconocido Mampato confiesa que "con un poquitín de susto, le hice a mi amigo una pregunta importante" ¿Y cual era esa pregunta? "-¿Es verdad que se va a acabar el mundo?", a propósito de lo que señala una supuesta profecía azteca. "En verdad tenía mucho miedo", declara el pelirrojo. Evidentemente que el azteca interrogado le dice que no es así pues la piedra del sol, en la que estaría tal profecía, se refiere a un cambio de ciclo cultural. ¡Absurdo! ¡Completamente absurdo que se nos quiera hacer creer que Mampato tiene miedo de una profecía azteca que dice que se va a acabar el mundo! ¡Por favor! Los lectores de Mampato sabemos que no es alguien que haya creído en supersticiones y profecías apocalípticas, ni menos se trataba de alguien miedoso ante cosas así de absurdas. Simplemente me resisto a aceptar a este Mampato que poco y nada tiene que ver con el que conocimos. Y no es que la gente no pueda cambiar. Por supuesto que sí. ¡Es que resulta completamente inverosímil tal tipo de cambio!
Lo que le exijo a un escritor, es verosimilitud. Inclusive tratándose de una narración de hechos extraordinarios o fantásticos, uno espera cierta coherencia, que en este caso tiene que ver no sólo con el carácter de los personajes sino también con el modo en que estos actúan.
Insisto, en esta segunda novela no sólo se cometen los mismos errores de la anterior, con una historia narrativamente muy débil, que repite casi mecánicamente el modelo que vimos en la historia de Rapa Nui pero en versión completamente deslucida. Extremadamente breve y sin ningún elemento que cautive al lector. Francamente, creo que le hace un flaco favor a la preservación de la obra de Themo. El que aparezca él como autor es casi una ofensa ¿Habrá sabido lo que estaba publicándose con su nombre? Probablemente no del todo.
Y si la razón de estas situaciones que nos narra es que se trata de una novela infantil para público infantil, creo que es doble la falta. Básicamente porque es suponer que los niños son ignorantes y estúpidos. Al menos yo, estoy convencido que las historietas de Mampato eran lo suficientemente inteligentes como para que la disfrutaran por igual grandes y chicos. Aquí se aplica aquella frase de la revista Tintin, en el sentido que está dirigida a jóvenes entre 7 y 77 años.
Un último comentario sobre los dibujos. Según la información que aparece en el libro, los dibujos son de Themo. La verdad es que lo dudo. No reconocí en ellos a Themo. Para nada. Más bien todo indica que los dibujó quien figura como colaboradora en las ilustraciones, Rommy Rivera. Habría sido mejor que se reconociera esa autoría de los dibujos y que se señalara que Themo los inspiró, los sugirió, dio las ideas o lo que sea que haya hecho. Lo que tengo claro es que los dibujos no los hizo él. Esto suena un poco a estafa.
Bueno, lamento haber sido tan duro en mi comentario pero es que de verdad me pareció una tomadura de pelo. Dudo inclusive si para un coleccionista fanático valga la pena tenerla. Y eso que yo la tengo en papel y en formato Kindle. Así y todo, me defraudó completamente esta veta del negocio que busca explotar económicamente (lo que no está mal) la obra de Themo.
Sólo espero que se editen las obras genuinas del maestro y que sea con la calidad esperada por todos quienes admiramos su trabajo. Esto otro, mejor olvidarlo.
Para los que han pedido imágenes, les agrego las siguientes que tomé directamente de la versión digital de Kindle. Podrán apreciar que el estilo de dibujo claramente indica que no es obra de Themo.